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Como defendí Malvinas

Enrique V. Corominas que fue presidente del Consejo de la Organización de Estados Americanos (OEA), nos informa de su actuación representativa en defensa de los legítimos intereses argentinos sobre las Islas Malvinas. Desde sus puestos de trabajo, ya que no fueron otra cosa los cargos desempeñados en el servicio exterior de la república, afirmó el contenido social, popular, económico, político y espiritual de la revolución nacional, que en manos del pueblo y adoctrinada por su líder, es hoy el justicialismo argentino.

En Nueva York, en 1946 y 1947, durante la primera y segunda Asamblea General de Naciones Unidas y en medio de los debates más trascendentales, mezcló el afán democrático y libre de la ciudadanía que amasó la transformación política del país y en los Comités Social, Cultural y Humanitario y en el Económico Financiero, planteó claramente los verdaderos sentimientos de su pueblo.

Luego en Río de Janeiro, cuando se redacta en la Conferencia para el mantenimiento de la Paz y la seguridad del Continente, el Tratado de Asistencia Recíproca, su actuación como plenipotenciario es recordada por su combatividad y por su pasión nacional sirviendo a la causa americana. La prensa carioca y las agencias informativas, recogieron aquel debate memorable, convertido en diálogo, que dura más de dos horas, con el senador republicano Arthur Vandenberg, de los Estados Unidos. Triunfó con la tesis argentina, en aquella jornada. Es la Novena Conferencia Interamericana, reunida en Bogotá, la que ve llegar a la delegación argentina y en ella, como vicepresidente, al combativo plenipotenciario. Se hacen difícil es los días y la estancia en Bogotá, pero no descansa y así ve consagrarse por constante lucha, en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes esenciales del Hombre, la Declaración de los Derechos del Trabajador, atributos inalienables de la personalidad humana, que se incorpora así al texto de un documento americano, en su fondo y forma. De su entonces empeñosa lucha por las Islas Malvinas, nos habla en este libro. Así llega a la Organización de los Estados Americanos en 1948, para presidirla en el periodo 1949, elegido por unanimidad de los representantes de los Gobiernos Americanos y siendo ésta la primera vez que nuestro país alcanzaba tan jerárquico cargo americano.

En La Habana, la Comisión Americana de Territorios Dependientes, realizó sesiones plenarias y en ella actuó Enrique V. Corominas, como representante y jefe de la Delegación Argentina. Tratáronse los problemas coloniales del continente.

A todo esto, que ya importa una larga actividad, fecunda en éxitos, debe sumarse principalísimamente la que le cupo en la Tercera Asamblea General de Naciones Unidas reunida en París en 1948, actuando desde el Comité Social, Cultural y Humanitario, que aprobó, tras sesenta días de continuas deliberaciones, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, dentro de la cual se encuentran también contemplados, en su espíritu y en su texto, los Derechos del Trabajador, proclamados en febrero de 1947 desde Argentina por el presidente Perón. Fue en esta misma Asamblea de Naciones Unidas donde aprobárase igualmente y desde el Comité ya citado, la Declaración de los Derechos de la Ancianidad, avanzada concepción que inspirará la legislación social del porvenir en muchos pueblos de la tierra. Antes, subsecretario de Cultura en el Instituto Nacional de Previsión Social y por muchos años periodista y escritor independiente que colaborara en diarios y revistas, siempre fue señalado como un realizador y celoso defensor de los principios de justicia y libertad. Al lado de sus conocimientos plurales, ganó amigos en toda América por su cordialidad y por su amplio espíritu.