"El Príncipe Mario, español. Treinta años. Hijo natural de un fastuoso príncipe siciliano, cuyas avenaturas galantes escandalizaron la Corte de Napoleón III, y de una egipcia a quien, por hermosa, Eugenia de Montijo, quiso conocer. Es delgado, musculoso y flexible a la vez, y de proporcionada estatura. Una pasión de hoguera que brotó en el Kairo y mezcló lo mejor de las dos razas le trajo a la vida. De su padre, Enrico di la Torre de Vezzo, cuya nobleza rivalizaba en antigiiedad y es clarecidos hechos con la de los Visconti y los Sforza, heredó la elegancia espiritual, la gracia nerviosa de las actitudes, los pies pequeños y la rara perfección de las manos, inquietas, finas y sagaces, como pensamientos; y de su madre, el tinte leve mente aceitunado de la piel, los cabellos de ébano, lisos y fuertes, partidos intrincadamente sobre la serenidad del frontal, y los maravillosos ojos negros, reposados y tristes; dos ojos sin afanes por los que más que un hombre, centenares de generaciones extintas parecen mirar."
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