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Quién es quién en la España antigua

Las principales civilizaciones de la Antigüedad surgieron en el Próximo Oriente, pero el Mediterráneo siempre fue la vía de comunicación entre los pueblos que se asomaban a sus costas. En el primer milenio antes de nuestra era, fenicios y griegos se aproximaron al extremo occidente, a la Península Ibérica. Allí, en el fin de la tierra, entraron en contacto con las culturas autóctonas, con las que establecieron primero vínculos comerciales, por las riquezas naturales halladas en este territorio; después, los lazos fueron culturales. La Península se había convertido en un enclave estratégico: el cierre del mundo conocido. Hispania fue el nombre que dieron los romanos a toda la Península Ibérica y las islas Baleares. Las fronteras políticas actuales no se corresponden con la antigua distribución de pueblos: la presencia de celtas o vascones, por ejemplo, no terminaba en los Pirineos, sino que se extendía a zonas del actual territorio de Francia, mientras que pueblos como los lusitanos hay que situarlos en las lindes entre España y Portugal. Aquí encontraron los romanos algunos de sus adversarios más difíciles de someter. Cuando lo consiguieron, los hispanos fueron los más fieles defensores de la civilización romana. Su valía dio lugar a auténticos clanes de senadores hispanos que rigieron los destinos del Imperio Romano, saliendo de sus filas algunos de los más famosos emperadores. Como antes fenicios y griegos habían tratado con los tartesios, en estas tierras Roma entró en contacto con iberos y celtas, y aquí combatió a los cartagineses. En este diccionario el lector conocerá las personalidades que forjaron tantos siglos de historia desde la época mítica intemporal y las culturas prerromanas hasta la fase de la conquista por parte de la República de Roma, la romanización y la caída del Imperio hasta la invasión de la Península por los germanos visigodos. Llegar a los confines de la tierra era una hazaña heroica. Más allá del país del ocaso se accedía a los dominios de los monstruos y al mundo de los muertos. Esa ruta hacia occidente es la precursora del Camino de Santiago, una vía en la que se unen las creencias más ancestrales con la devoción del comienzo del cristianismo. Por eso, en esta obra se incluyen personajes de carácter mitológico que, aunque no son históricos, forman parte de las leyendas más importantes de Iberia y están incorporados y arraigados en el folclore y la toponimia. Atlante, Gerión o el dios griego Heracles (el Hércules latino) están vinculados a las ricas leyendas de todo el sur peninsular, como atestiguan las Columnas de Hércules, símbolo del Estrecho de Gibraltar. Estos personajes se han mezclado con la historia, la etnografía y el arte, de forma que pertenecen ya a nuestro acervo cultural. El culto a Hércules-Melkart en la España antigua se mantuvo durante muchos siglos y su santuario gaditano permaneció activo hasta época tardoantigua, cuando el cristianismo se impuso definitivamente en el Imperio Romano. Entre las brumas de la leyenda surgen también personajes muy importantes para la parte más antigua de nuestra historia, como el rey Argantonio de Tartesos o el viajero Coleo de Samos, arquetipo de la colonización griega. De la mayor parte de los personajes prerromanos tenemos sólo un conocimiento indirecto y por ello adquieren especial relevancia los historiadores y algunos autores literarios de la Antigüedad. La atención prestada por Heródoto en sus Historias a la Península ibérica le hace merecedor de una entrada en este diccionario. Aunque muchos de ellos no pisaron jamás esta tierra, nos proporcionan los datos sobre los que podemos construir la historia. Los datos curiosos o legendarios de estas “fuentes menores”, como Homero o Platón, son muy útiles para completar nuestro conocimiento de la etnografía, la geografía o la historia de las religiones. Con mayor motivo están recogidos los autores de las llamadas “fuentes mayores”, como Estrabón, Tito Livio, Apiano o Polibio. Su importancia para la cronología y para el conocimiento de los procesos y hechos históricos los hace imprescindibles. A pesar de su importancia, en el diccionario se ha recurrido muy poco a la cita de pasajes de fuentes antiguas, dado que está concebido como una obra de divulgación. Por la misma razón, la recopilación no pretende ser exhaustiva. No se recogen todos los personajes que mencionan las fuentes históricas y las epigráficas, donde muchas veces no tenemos más que la mera mención de un nombre. Sólo figuran en este diccionario los más importantes: desde aquellos cuya relevancia está en la mente de todos, como Viriato, Aníbal o Augusto, hasta otros menos conocidos.

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